Según relata Juan José, joven empresario que se decidió por levantar su propio negocio, haber cerrado su panadería se convirtió en la frustración de su vida.
Juan José es un joven emprendedor, quien desde el año 2012 se inscribió a un curso de Panadería, ofrecido por una escuela de panificación ubicada en San Salvador, fue ahí donde este joven recibió todos los conocimientos necesarios para emprender lo que fue su primer negocio.
Pronto empezaron las ventas a volver próspero el negocio, San Marcos, San Jacinto y parte de la Colonia Costa Rica eran las zonas donde el joven distribuía el pan que elaboraba. Los pedidos a funerarias de la zona, también empezaron a generarle ganancias que le permitían ir al día con el pago de un préstamo.
Fue a raíz de un pedido de pan dulce a una funeraria ubicada en la Colonia San Marcos, donde el verdugo de este joven emprendedor inició. “Fue un día domingo de mayo de 2018, cuando me hicieron un pedido por WhatsAPP de $50 de pan dulce. El pedido era para llevar pan a una funeraria desde donde ya me habían comprado pan”, sostiene.
Juan, quien aparte de elaborar el pan también lo reparte en un panelito que se hizo a base de préstamos, se apersonó a dejar el pedido, cuando para mala fortuna de él, eran pandilleros de la zona quienes daban las exequias a uno de sus miembros abatido a tiros por miembros de otra estructura criminal.
“Al llevarles el pan, de entrada me dijeron que no me iban a pagar, que era parte del pago por el derecho a repartir pan en una zona que ellos consideran como propia”, nos manifiesta el joven, quien sin poner reparos, dejó el pan y se retiró para continuar repartiendo su producto en las zonas aledañas.
Pero la pesadilla de Juan apenas empezaba, pronto recibió un pedido, esta vez no era de pan, era la exigencia de una extorsión por $200 mensuales a cambio de dejarlo operar en al sur de San Salvador.
“Cuando me exigieron el pago de $200 mensuales fue cuando cerré la panadería porque la extorsión se volvió impagable. Al banco le pagaba una cuota de $178.14 y más el pago de dos ayudantes… era insostenible continuar”, se lamenta.
Fue ahí cuando Juan cerró operaciones de un negocio que no le había sido heredado, era la suma de un esfuerzo que data desde 2012, cuando aprendió la elaboración del pan en una panificadora privada de San Salvador.
Ahora Juan vive en el occidente del país, huyó a la casa de un familiar por temor a perder la vida. El joven emprendedor ha decidido buscar trabajo en panaderías ya instaladas. “Quise tener una panadería propia, todo iba bien. A lo mejor otro día lo vuelva a intentar”, relata.