Una anciana, un menor de edad y una pareja de extranjeros en el lugar equivocado en El Salvador

  • 1 septiembre, 2018

Este es el caso de una mujer y un hombre de Estados Unidos, que vinieron a El Salvador de visita, y terminaron con el susto de sus vidas, debido a que se perdieron, y terminaron en territorio de las maras.

Hace 55 años nació Miguel en Estados Unidos, Miguel es hijo de salvadoreños, creció en Estados Unidos la mayoría de su vida, pero vivió un tiempo en El Salvador, luego regresó a Estados Unidos y se graduó de periodista, se casó en Estados Unidos, tuvo hijos, se divorció y conoció a una nueva mujer, una rubia americana de Kentucky.

Durante esos 55 años, Miguel visitó un par de veces a su madre, Karla, quien regresó a El Salvador, después de que su esposo falleciera hace ya más de 10 años.

En su última visita, Miguel trajo a su nueva novia, Christine, alquilaron un carro y se fueron a Santa Tecla, a visitar a su madre y medio hermano.

Su madre ahora tiene 80 años, su medio hermano de 49 años de edad, trabaja en San Salvador, y tiene un hijo de 7 años llamado Pablo.

Por dos semanas visitaron playas, pueblos, tomaron fotos, comieron pupusas, disfrutaron en familia, fue un una experiencia llena de felicidad, como muchos hermanos lejanos saben y experimentan cuando regresan a su país.

A Christine, la novia de Miguel, le habían dicho que El Salvador era un país inseguro, y que no fuera a El Salvador. Hace 1 año Miguel trató de convencerla de venir al país, ella se negó por miedo. Pero este año logró convencerla.

Según cuenta Christine, todo estaba excelente, le encantó conocer a la familia de Miguel, le fascinaron las playas del país, lo cócteles, “la Ola Betos del Puerto”, lugares bellísimos según nos relata. Aparte, dijo sentirse segura, nunca tuvo miedo, si precaución, pero nunca miedo.

Pero todo cambió antes de regresar a Nueva York, ciudad donde viven.

Era un martes, y Miguel le dijo a su madre que los llevará al mercado de artesanías, “el que esta cerca de la feria” dijo Miguel. Su madre, quien casi nunca sale de su zona de confort, le dijo que ella lo acompañaba, que ella sabía como llegar, ya que Miguel no conoce como llegar muchos lugares en nuestro país.

Karla, una señora de 80 años, quien todos los días cuida a Pablo al regresar de la escuela, le dijo a Miguel y a su novia que ella conocía, que los iba a acompañar con Pablo. Y así fue, se fueron los cuatro al mercado de artesanías, y luego iban a ir a comer algo.

El problema fue que Karla presumió de conocer, y los llevó por el camino que no era el correcto. Al llegar al semáforo de Casa Presidencial, viniendo desde Santa Tecla, Karla le dijo que cruzara en dirección a CIFCO, que por esa ruta era más rápido. Este fue el gran error.

Miguel hizo caso a su madre. Después de un par de minutos, terminaron en una calle con tope en la comunidad Las Palmas. Está comunidad, aunque no en su totalidad es peligrosa, si tiene ciertas partes (como todos los lugares) que pueden ser peligroso, lastimosamente para ellos, si lo era.

Cuando trataron de retroceder, ya era muy tarde. Un grupo de “muchachos” rodeó el carro. De inmediato se levantaron las camisas, alrededor de 15 jóvenes gritando, pegando al carro y con las camisas levantadas, intimidándolos y mostrando sus tatuajes.

“¡Que pu… hacen aquí, quienes son!”, decían los muchachos. Miguel les suplicaba que por favor los dejaran ir, que se habían confundido, pero los muchachos se mostraban muy hostiles y le quebraron el vidrio del conductor, le abrieron la puerta, lo bajaron del carro y golpearon.

Su madre, sobrino de 7 años y novia gritaban y lloraban, “por favor no le hagan nada”. Al cabo de unos minutos los sujetos lo dejaron de golpear, lo revisaron, vieron que no tenía armas, le agarraron su billetera y se fueron directo a donde la señora, quien valientemente (o en su ignorancia) no quería darles sus pertenencias, pero lo terminó haciendo a la fuerza.

Al niño lo sacaron y le dieron una cachetada de inmediato, ¿quién te mandó? le preguntaban, ¿andas cuchillo? ¿qué andas? le insistían al niño, pensando que quizás se trataba de algún rival. Lo agarraron del cuello y lo tiraron a la calle, amenazándolo que les dijera la verdad. “El no es marero, es un niño, déjenlo por favor” decía doña Karla entre lagrimas y desesperada. Los sujetos desvistieron al niño, y le quitaron un iPod que llevaba con el, se llevaron hasta sus zapatos.

Después se dirigieron donde la “gringuita”, según nos cuenta empezó a rezar, pensó que la iban a secuestrar y abusar, pero solo le pidieron su cartera, se las dió, y no la volvió a ver.

Al robarle sus pertenencias, los muchachos gritaron “ya está”. De repente salió una señora, ya mayor, de unos 67 años de edad, los criminales le llevaron todo lo que habían sacado de las personas. Contó el dinero, en total sumaba alrededor de $700, más 2 teléfonos iPhone y un iPod.

¿Qué hacemos? le preguntó uno de los mareros a la señora. Ella respondió: “déjalos ir, ya estuvo”.

Miguel se levantó, y se subió al carro. Los muchachos siguieron gritando y golpeando el carro mientras el retrocedía.

Lograron salir, y se dirigieron de regreso a su hotel, el Marriott ubicado en La Gran Vía. Según cuenta Miguel, ahí se reunieron con unos agentes de policía, a quienes les contaron lo que había sucedido. Ellos les respondieron que esa zona es “la boca del lobo”, y que a “las Palmas no se entra, ni nosotros lo hacemos”. Ante esto Miguel, decidió no poner denuncia, debido a que no quería mas problemas y se iban el siguiente día.

Ahora Miguel dice que nunca más regresara a El Salvador, que prefiere reunirse con su madre en Costa Rica, pero que a este país nunca más regresa.

Miguel terminó con una cara ensangrentada, golpes en todo su cuerpo, sin sus documentos, “gracias a Dios habíamos dejado nuestros pasaportes en el hotel”, también habían dejando unas tarjetas de debito.

Hasta este día su novia ha quedado impactada, de que todo lo malo que le dijeron de El Salvador se hizo realidad. Nunca más regresara, se llevó la peor imagen de El Salvador. Una imagen que se repite a día a día en nuestro país.

“Esta vez tuvimos suerte, salimos vivos, no muchos tienen esa suerte, yo no me vuelvo a arriesgar” finaliza Miguel.